La Luz en la Oscuridad: La Historia de Jugadores Anónimos en Luján

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7 de octubre de 2024

07/10/204-En enero de 1957, en un rincón olvidado de California, dos hombres se encontraron atrapados en un torbellino de adicción y desesperación. Sin conocerse previamente, compartían una lucha que los había llevado a perderse en los laberintos de su propia vida. La falta de apoyo, tanto económico como social, los impulsó a unirse, a encontrar consuelo en la comprensión mutua de su dolor. Así, sin saberlo, dieron origen al primer grupo de Jugadores Anónimos, una semilla que germinaría y se extendería por el mundo.

A casi tres décadas de ese encuentro, el 24 de octubre de 1985, Argentina se unió a esta red de esperanza. En un país donde los casinos y bingos proliferaban, la necesidad de un espacio seguro se hacía urgente. La comunidad de Luján, en particular, había sido golpeada por la adicción al juego, un fenómeno que crecía silenciosamente.

Los jugadores de Luján inicialmente se reunían en un grupo con sede en Moreno, pero pronto comprendieron que necesitaban su propio espacio. Así nació el grupo de Jugadores Anónimos en la Parroquia Sagrado Corazón, en  Rawson al 1300, un refugio donde muchos encontrarían la luz en su oscuridad.

El programa de Jugadores Anónimos es considerado sagrado por sus participantes, ya que está basado en experiencias reales y auténticas. En este lugar, el apoyo es gratuito y sin fines de lucro, todos los gastos se cubren con donaciones voluntarias. Cada libro, cada recurso que se ofrece, es un testimonio de vidas luchadas, de miserias y de redenciones.

«La literatura es sagrada», dice Raúl, coordinador y miembro del grupo, «se escribió con sangre, al igual que la Biblia para el católico, estos testimonios llenan nuestras almas».

Raúl, de 78 años, llegó en 2006 como uno más, un jugador compulsivo, “iba al Bingo todos los días y ahí me encontraba siempre con amigos, éramos jugadores sociales, porque te tomas un vino, un wiski, te distraes”, contó sentado en la punta de una mesa de dos metros de largo ubicada en el salón 2 de la parroquia.

El Bingo fue una perdición para Luján, el establecimiento, a pesar de la oposición inicial de la comunidad religiosa, atrajo a muchos a un ciclo de adicción: “al comienzo funcionaba las 24 horas, había personas que dejaban de trabajar, de estudiar y de estar en su casa”.

“Si el Bingo no hubiera abierto aquí, no existiría Jugadores Anónimos”, reflexionó Raúl y con la mirada puesta en una imagen de Jesús siguió su relato, “la diversión se tornó en desesperación, las apuestas diarias comenzaron a robar a la gente de su vida, sus trabajos y sus familias”.

“He visto mujeres arrancarse la cadenita, el reloj, la pulsera, yo habré estado yendo durante dos años, cuando me vi atrapado sentado frente a una máquina, le pedí a mi papá fallecido que me ayude: ´Papá ayúdame´ le supliqué y en dos minutos estaba seco, me quedé sin un peso y no podía volver a casa, esa fue la ayuda que me dio mi viejo desde el cielo”, confesó.

Fue un viaje hacia el fondo y un retorno a la esperanza cuando decidió golpear la puerta de Jugadores Anónimos.  Al ingresar, lo primero que encontró fue la calidez de aquellos que, como él, habían enfrentado sus propios demonios.

“A partir de ese momento no dejé de venir nunca. Yo tomé este lugar y no lo pude dejar, es una responsabilidad, Dios me puso en este lugar”, explicó Raúl en el recinto vacío, escuchando el eco de su voz que transmitía la esperanza de que alguien golpee la puerta para salir a recibirlo y a contenerlo, que es lo que hoy sabe hacer.

“Acá no se juzga ni se critica a nadie”, aclaró. La comunidad le ofreció un espacio donde el dolor se transformó en comprensión y apoyo. Con el tiempo, se dio cuenta de que la lucha contra la adicción era un camino de por vida, una enfermedad incurable que requería su atención diaria.

“Acá vamos un día a la vez, la gente le tiene miedo a esa puerta, por el que dirán, por las críticas, el juzgamiento, acá te ponemos el oído, el hombro y el corazón para que vos tengas la posibilidad de sacarte esa mochila de tu vida”.

La transformación que vivió Raúl fue profunda. Lo que comenzó como un grupo pequeño se convirtió en una familia. La responsabilidad de estar presente para otros se volvió su misión. “Esto debería estar lleno”, afirmó con nostalgia y la voz quebrada y en un tono de resignación remarcó que aún hay miles de personas que están atrapadas en la adicción al juego. Pero él había encontrado su lugar y cada viernes era un recordatorio de la fortaleza que se construye en comunidad.

Y a medida que el Bingo crecía, también lo hacía la preocupación por sus efectos devastadores, la lucha contra el tiempo de funcionamiento y los cajeros automáticos se volvió una constante.

“Primero logramos que abra sólo 12 horas y luego comenzó la lucha contra el cajero que estaba adentro y conseguimos que lo saquen, pero además estaban los prestamistas y los usureros dando vueltas”.

“En Luján hubo ocho suicidios registrados por el juego y aunque hoy esté solo, no dejo de venir, todos los viernes estoy, porque alguien puede golpear esa puerta y necesitar ayuda”.

Así, la historia de Jugadores Anónimos en Luján es un testimonio de esperanza y resiliencia. Desde sus humildes comienzos en California hasta su hogar en una parroquia de Luján, esta comunidad sigue ofreciendo luz a quienes buscan liberarse de las cadenas del juego. La lucha continúa, pero en cada corazón que se abre, en cada puerta que se golpea, hay un nuevo comienzo.

Si necesitas ayuda, Raúl te espera todos los viernes a partir de las 19 horas, en el Salón N° 2 de la Parroquia Sagrado Corazón, Rawson 1300, Luján. O podes llamar al 011- 15 -44126745 las 24 horas.

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