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Al Profesor Héctor Felice

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13/09/2019- Por María Teresa Tartaglia – Querido Profe: cómo no recordar nuestras caminatas (a pie) desde la Escuela Normal a la Escuela de Comercio, conversando de planificaciones, datos de historia; íbamos  muy ligero porque era el recreo el que nos marcaba el tiempo. Los datos de Geografía venían de su saber, porque usted era profesor de Historia y Geografía. Lo admiraba profundamente y aprendí mucho de usted, sobre todo la didáctica, cómo llegar a los alumnos para que amaran la historia. Luego nos unió el amor al Museo. Usted fue Director del Complejo Museográfico Enrique Udaondo y con Lela (su esposa) y Bachi (mi esposo) trabajábamos en el armado de salas a su lado (no había en ese momento profesionales o museólogos), los fieles guardianes, el personal, el deseo de cambiar las cosas, hasta que llegaron los especialistas. Todo era trabajo y amor a la historia y al Museo. Su frase: “Respetar el legado del Museo y la identidad que le supo dar Udaondo”.

Luego compartimos el cargo de Concejal, usted era el presidente del Concejo. Estábamos en partidos políticos distintos, pero como siempre decíamos: ¿el color político, puede separar a las personas y distanciar la amistad? No!!! El respeto, el dialogo, la sinceridad valen más que las ideas políticas diferentes  que las personas pueden tener. Así fue.

La historia, la investigación, el amor a Luján, el escribir hasta llegar a publicar un libro (que es toda una aventura) las charlas en las instituciones  nos fueron marcando un camino de convivencia acompañados de la familia. Comenzamos a recorrer los colegios, nos llamaban para los actos patrios, para las fechas que marcaban y recordaban a las distintas instituciones,  íbamos los dos. Nunca preparábamos qué decir. Nos entendíamos con sólo mirarnos. Nos decían: los Pimpinela y por qué no decir: nos gustaba. Compartimos muchos temas escritos. Nunca discutimos.

A su vez todas las escuelas de la localidad lo llamaban para  una charla. Las paredes, pizarrones, las huellas que deja el tiempo han quedado marcadas por su voz  y su saber. Siempre decía: “nunca hay que decir no, a una invitación de una escuela”. Siempre respetó esta consigna.

Fue un gran profesor, escritor, orador, político de alma. Sus libros son guías en cada escuela.

Ya estará buscando un pizarrón y una tiza. Hablando y opinando. Tal vez ya estará pensando para seguir escribiendo.

Hasta pronto Profe. Nos vamos a encontrar para continuar lo que ha quedado inconcluso. Mi cariño eterno.

Recuerdo en el día de su fallecimiento por Maria Teresa Tartaglia. 

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