LAS AGUAS BAJAN TURBIAS
Luego de que Luján viviera el picó mayor de la creciente, el río comienza a intentar volver a su cauce natural, al bajar lentamente las aguas se empiezan a ver las falencias que hubo durante la emergencia. A eso se sumó la especulación política en casi todos sus sentidos y el poco uso del principal de los sentidos. El sentido común.
Con más de 400 evacuados, mas de mil afectados, una ciudad devastada por el desorden y la anarquía, un hospital quebrantado edilicia y económicamente, la presencia de funcionarios de todo tipo y rango y la lamentable pérdida de al menos una vida, la inundación sufrida por nuestra ciudad se inscribe en una de las mayores de la historia. Esta inundación encontró a un intendente desorientado y asustado que apeló a el “alerta roja” para que rápidamente se intente revertir el desconcierto y el desorden.
Casi todos los barrios de Luján se vieron afectados por el fenómeno climático y la zona Histórico Basilical una vez más se llenó de cámaras y flashes del periodismo nacional. A la fuga de presos, las falencias en la atención en el Registro Civil se sumó ahora esta desgracia que pone una vez más al descubierto que en los últimos 30 años desde ninguna de las instancias gubernamentales se hizo lo necesario para dar una solución de fondo a este problema recurrente.
A pesar de las críticas sociales y muchas otras anónimas, que despierta la obra que se está realizando en la cuenca del Río Lujan, el mismísimo jefe del cuartel de Bomberos Voluntarios de nuestra ciudad, Luis Goenaga reconoció que sin esta obra hubiese sido mucho más grave la tragedia. El compromiso, la experiencia y trayectoria de Goenaga hacen pensar entonces que con la continuidad de la obra se está en el camino correcto como para tener en el mediano y largo plazo una solución integral y duradera a los problemas de inundación y desbordes de la cuenca. Habrá que concluir también, que terminada la obra, si la misma no se mantiene, las próximas generaciones de lujanenses seguirán padeciendo este flagelo.
Párrafo aparte merece la llegada a Luján de un ejercito de gendarmes y policías, muchos podrán decir que hay quejas por la falta de uniformados y es cierto, pero el volumen que llegó a nuestra Ciudad a última hora es solamente producto de la exageración y el interés político. “Los gendarmes no hacen nada” se escuchó decir a más de un funcionario, “están solo para mostrarse y ocasionar gastos, no aportan la más mínima solución en esta instancia”, sin embargo el aceitado aparato publicitario montado en Luján permite que esta visión haga creer a la gente que se está haciendo algo, cuando en realidad se está saturando de efectivos que ni siquiera tienen idea de donde queda la Basílica Nacional.
Seguramente en los próximos días se analizarán más detalladamente los errores cometidos y aunque eso pase y aunque se haga una autocrítica y aunque se golpeen el pecho hablando de lo que hicieron habrá todavía mucha gente, muchos vecinos, cientos de abuelos y chicos que notarán que una vez más el agua y la desidia les llevó sus pocas pero valiosas pertenencias.