Maradona: “El más humano de los dioses”
Podemos afirmar que Diego Maradona es el jugador de fútbol que más adoración popular logró en el mundo entero. Cómo no rendirse a sus pies cuando recordamos al Diego embarrado, al pibe haciendo jueguito, al muchacho de Fiorito haciendo milagros con esa grandeza en los pies. Cuando vemos una y mil veces dos de las imágenes más memorables de la historia del fútbol en el Mundial del ’86, en el Estadio Azteca y ante los ingleses. Cuando se nos vienen a la cabeza las frases que dejó grabadas para siempre en el imaginario popular y en cada uno de nuestros corazones.
El reconocido escritor Eduardo Sacheri supo inmortalizar lo que sentimos todos aquellos que lo vimos hacer milagros. Sus primeros relatos futboleros, narrados por el periodista Alejandro Apo en su programa «Todo con afecto», en Radio Continental, lograron emocionar a la audiencia, en especial uno de ellos, titulado “Me van a tener que disculpar”. En este cuento, aunque sin nombrar al eterno 10 de la Selección de fútbol de la Argentina, el autor manifiesta su clara devoción por Diego Armando Maradona y cada frase permite comprenderlo todo.
«Me van a tener que disculpar – comienza el cuento – Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones convenidas por todos. Seamos más explícitos. Si uno quiere ser un tipo coherente, debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma e idéntica vara. No puede hacer excepciones, pues de lo contrario bastardea su juicio ético, su conciencia crítica, su criterio legítimo (…) Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo (…) Y ojo que no solo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o quizás más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa”, expresa el autor en este cuento que pasó a ser un símbolo de la literatura futbolera.
Y en su análisis, tiene un papel fundamental el paso del tiempo como factor que opaca la pureza de los momentos perfectos que vivimos. “El tiempo que se empeña en transcurrir – continúa- cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedará ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros los mortales. Y en realidad es por ese carácter tan defectuoso del tiempo que yo me comporto como lo hago. Como un modo de subsanar, en mis modestos alcances, esas barbaridades injustas que el tiempo nos hace”.
«Ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria», finaliza.
El día en que Diego Armando Maradona se despidió del fútbol profesional, en el año 2001, su mente y su voz quebrada se desviaron hacia esos errores que había cometido y el precio que tuvo que pagar por ellos. En lo que fue uno de sus discursos más significativos, que quedó marcado en la memoria colectiva, el Diez expresó: “Esperé tanto este partido y ya se terminó. Ojalá no se termine nunca este amor que siento por el fútbol y que no se termine nunca esta fiesta, que no se termine nunca el amor que me tienen”. Dijo que el fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, “que eso no le quepa la menor duda a nadie, porque aunque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol”. Así, en su momento de despedida, no buscó la comprensión. En cambio, pidió que el deporte que tanto había amado y que tanto lo había adorado no se viera empañado por sus errores y dijo una sentida frase que quedará en nuestra memoria para siempre: “Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota, la pelota no se mancha».
Maradona nunca se negó a reconocer que había cometido errores. Quizás sus defectos y sus demonios, la oscuridad alrededor de su intensa luz, atenuaron lo que era Maradona, pero construyeron lo que representaba para quienes lo admiraban e hizo que se convirtiera en algo más, en un ícono, en una leyenda.
Así, Maradona nunca puso excusas para sus equivocaciones. Se hizo responsable de todo, de lo bueno y de lo malo. Y separó lo que era Maradona como persona de lo que era Maradona como jugador. Tanto con lo que lo hizo brillar como con los fantasmas con los que tuvo que lidiar, enamoró al mundo entero.
Florencia Masci: Lic. en periodismo, ex editora y redactora del portal de noticias TN.com.ar, ex coordinadora de redes sociales del gobierno de la Ciudad de Bs. As. Ex subsecretaria de Comunicaciones de la Municipalidad Luján.